“No se muera. No hay cementerio” reza un cartel en el crematorio del cementerio de Carhué, un pueblo fantasma, que a la vez, es la nueva casa de los ex habitantes de Epecuén, el pueblo que en 1985 debió ser evacuado con motivo de una inundación que provocó el desborde del lago que daba nombre a la localidad. Ese cartel es un presagio a una nueva tragedia. La tragedia que deben arrastrar, como una pesada cadena que llevan a todos lados, los ex habitantes de Epecuen.
Juan Mako elabora un ingenioso thriller con aires de noir y pequeños hallazgos de humor negro como excusa para narrar las consecuencias de un hecho histórico, que no solo sigue dejando huellas y rencores en los protagonistas, sino que además podría haberse evitado.
La inundación de Epecuen al mismo tiempo, parece un reflejo de un país que no aprende de sus errores, y por el contrario, sigue repitiendo su historia, como una maldición que no puede dejar atrás como consecuencia de la corrupción que ha perpetrado en los argentinos, desde los comienzos de su creación.
El crematorio parece ser el último vestigio, lo último que queda de un sociedad destruida. Una especie de purgatorio donde los personajes -Esther y Graciela- deben lavar sus culpas para seguir adelante, quemar literalmente su pasado.
Noche de lluvia. Esther decide terminar con el trabajo y liberar a su compañera de sus últimas tareas para que pueda salir a divertirse. De repente, la llegada del administrador del cementerio depara una desagradable sorpresa que conectara a Esther con su pasado, un pasado que pensó haber dejado atrás pero con heridas que nunca terminaron de sellar.
La puesta en escena de Juan Mako es extraordinaria. La escenografía meticulosa de Sol Soto ayudan a conseguir verosimil la sensación post apocalíptica de un sitio que vive en una cápsula de tiempo, degradado por las fisuras de los años. Junto a la iluminación a cargo de Alejandro LeRoux, se concreta un clima aterrador, pero también digno del mejor noir. Combinado con el diseño sonoro, Mako provoca que cada espectador entre al micromundo que desea ejecutar con completa verosimilitud.
Las sólidas interpretaciones, especialmente de Droillet y Caillon con el aporte de Torben/Depirro – alternadamente según la función – ayudan a empatizas con estos personajes, especialmente porque la química entra ambas es armoniosa, complementaria y genuina. Ambas le aportan a Esther y Graciela, un amor, entre ingenuo y nostálgico que no siempre se puede garantizar en las obras del teatro off, alejado de cualquier cinismo o prejuicio.
La violencia reprimida, la tristeza contenida de los personajes se va desmenuzando con el paso de los minutos, revelando la mayor cualidad de Las encadenadas, cuya dramaturgia adquiere, un tono más oscuro a medida que avanzan las acciones, hasta llegar a un final tan deprimente como delicado, en el que la amistad y la camaradería se vislumbran como la última esperanza ante un mundo que se viene abajo.
En conclusión, Las encadenadas, de Juan Mako, es un trabajo lleno de matices y sutilezas, que trabaja diversas capas que posibilitan analizar y reflexionar sobre un pasado que aún deja huellas, y un presente, que da señales, que si no alzamos la voz a tiempo, en el futuro va a quedar bajo el agua.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Juan Mako
Actúan: Cecile Caillon, Claudio Depirro, Mónica Driollet, Diego Torben
Vestuario: Paola Delgado
Diseño de escenografía: Sol Soto
Diseño de luces: Alejandro Le Roux
Diseño De Sonido: El Pájaro Films
Supervisión dramatúrgica: Gabriel Fernandez Chapo
Dirección: Juan Mako
ABASTO SOCIAL CLUB
Yatay 666
Teléfonos: 4861-7714
Web: http://www.abastosocialclub.com
Entrada: $ 250,00 - Viernes - 21:00 hs - Hasta el 30/11/2018
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